Cuando aún no tienen plumas, su madre los expone de frente a los rayos del sol, si alguno parpadea, lo arroja del nido y lo hecha del hogar, pero si se mantiene inmovil afrontando el fulgor, ya no se sospecha de su estirpe y es aceptado como descendiente legítimo.
A veces, lamentablemente, no llegamos a atajar a todos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario